viernes, 31 de enero de 2014

Frente a él, el abismo.


Con el tiempo logró conocer los recovecos de aquel extraño laberinto. Hacía mucho que no necesitaba parar a pensar qué camino seguir: de hecho, no recordaba cuándo fue la última vez que aquellas endebles losetas hicieron temblar a su estabilidad mental.

Y ahora llegaba a un punto desconocido: se encontraba al final del camino. Frente a él, el abismo. Su confianza se estaba derrumbando sin miramientos, no había tiempo que perder. ¿Qué debía hacer? ¿Volver sobre sus pasos y deambular por siempre por los cálidos y familiares pasillos? ¿Lanzarse al vacío? Debía tomar la decisión inmediatamente o de lo contrario quedaría noqueado por su incapacidad para afrontar aquel hecho de importancia vital. Y maldita la gracia que le hacía.

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