martes, 4 de febrero de 2014

Sus tripas le hablaban

Hacía días que se manifestaban a todas horas; daba igual dónde estuviera: atravesaban estrepitosamente su vientre para recomendarle cómo actuar, envueltas en líquidos viscosos. Eran desagradables, no atendían a formalidades, no esperaban agradarte con sus palabras: simplemente decía las cosas como eran, por mucho que pudiera molestar. Quizás por ello aquel vecino del ático, que vivía en la zona superior del cuerpo y presumía de sabiduría y racionalidad, odiaba sus opiniones agresivas, viscerales.

Surgía aquí el conflicto entre residentes. ¿A quién otorgar la razón? No era fácil, pero las tripas empezaban a resultar convincentes. Quizás se estaba convirtiendo poco a poco en un ser visceral; en un nuevo modelo despojado de restricciones morales.

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