martes, 31 de diciembre de 2013

La última noche



En la realidad de Errabundo se seguía una línea temporal sin marcadores. Únicamente un punto de partida y un punto de respetado final. Sus mentes, diferentes a las de la Tierra, no necesitaban de divisiones que aliviaran la existencia y organizaran los pasos.

Pasear por aquellos campos de filamentos de índice omega no fue una buena idea: alteró el orden caótico de su mundo y fue a parar a un planeta rebosante de luces de colores y gente alterada emocionalmente. Y éso le afecto mucho. Debía volver a casa, pero el proceso sería largo, así que intentó adecuarse a aquellos extraños hábitos; con suerte lo contaría cuando regresara con los suyos, y sería inmediatamente elevado a la categoría de fashali (entendido en realidades paralelas).

Y llegó aquel "día" llamado "fin de año". "Qué majadería", pensó. "Es una locura pretender dividir el tiempo, la agonía hará acto de presencia y todo acabará relativamente pronto". Aparentaba estar enojado, pero en realidad le invadía un temor desorbitado. Se tapó los ojos, se puso de lado y dirigió su mano al cuenco de aquellos frutos esféricos. Todo terminaría pronto: se desvanecería, vencido por doce bolas ideadas por un mundo sin sentido.

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