jueves, 16 de enero de 2014

No soportaba su estúpida sonrisa


Sinceramente: le resultaba vomitivo, sacaba lo peor de ella. Siempre había detestado a los hombres apocados, simples, carentes de personalidad, complacientes. Y para más inri se llamaba Héctor, como aquel exnovio que la llevó a terrenos jamás explorados, con una fuerza arrebatadora digna de su homólogo troyano.

Pero Héctor puso fin a una relación intensa y conflictiva, y ella ahora se volcaba en su trabajo y en la lectura, basando su vida en la esperanza de una reconciliación cercana a lo imposible. Y en su idolatrado Héctor pensaba el primer día que se cruzó con aquel vecino de sonrisa suplicante.

Su expresión era errática y a la vez sincera. Estaba claro que no sabía cómo comunicarse con ella e intimar. Aunque ella, claro estaba, no pretendía intimar. Cómo odiaba aquella maldita, estúpida sonrisa...

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